miércoles, 22 de marzo de 2017

LA BODEGA, NOAH GORDON (FINES DEL SIGLO XIX, CATALUÑA Y ASESINATO DEL GENERAL PRIM)


"GORDON Y LA BODRIEGA"




Para mí es la hora de ajustar cuentas con esta "novela", La Bodega de Noah Gordon, que yo pienso debiera titularse La Bodriega. Porque, colegas, alucinado me has... Don Gordon. Yo nunca había leído nada de este señor y, pues como todos, sabía que era una caja recaudadora-expendedora de best sellers y, como todo quisqui, pensaba que había que dar una oportunidad al susodicho, pues si se vende, se lee y si se lee, ¿algo tendrá? ¿no?, digo yo...; y como tengo la sana pero dura costumbre de acabar todo lo que empiezo a leer, pues eso, que lo leí. Lo leí, me lo tragué, me lo bebí. Fue un mal trago.

Lo llamaría Bodriega por ser un bodrio, a mi entender. Para empezar que el argumento, insípido e incoloro, trata de Josep Alvárez un pequeño viticultor catalán de finales del siglo XIX que hacía vinagre en la viña de su padre de lo malas que eran las uvas...; o ellos como viticultores, y he aquí que aparece un tío extraño en el pueblo que lo recluta para una mala faena (el asesinato del general Prim) y tiene que huir a Francia, aprende a hacer buen vino, vuelve a su pueblo, hace buen vino y se forra y de paso se enamora, claro. Y, oye, que no, que no os he contado casi nada, no os preocupéis, lo podeís leer...
Esa la trama, lineal, plana, ya digo, sin color rubí, ni cereza, ni ninguno de esos tonos de los buenos tintos. Pero y la prosa, qué os digo de la prosa, de la calidad literaria. Pues que yo no sé si es que Gordon escribe así de fatal o el traductor todavía está corriendo delante de los que lo hayan pillado. Córcholis, cáspita, como decían los legionarios saltando alambradas en la guerra civil, según Franco, si es que yo no he leído un libro con más artículos indeterminados en mi vida -había un árbol, una casa, un pozo...-, una redacción de primaria; y no hay ni un adjetivo que brille, que haga buen maridaje con su sustantivo, hablando de vinos. Dicen que la buena literatura está en la calidad de sus adjetivos, que califican el mundo, lo determinan, lo describen y recrean...; y, aquí nanai de la china.
Y los personajes, los personajes planos como una tabla, no profundiza en ellos, yo todavía estoy intentando imaginar la cara del protagonista o algo de su psicología, de su visión del mundo. Sí, es un hombre serio, trabajador y con ambición, pero esto no es suficiente para una obra literaria.
Y, oye, hay algo que me intriga de veras. En las últimas cien páginas, más o menos, hay un cambio de estilo, de calidad, mejoran las descripciones, se hace bastante más interesante la narración e, incluso, desaparece la montaña de artículos indeterminados anterior. Y, no sé cómo explicarlo, con imaginación diría que es como si un "negro" sin el bachillerato hubiera escrito las doscientas y pico páginas primeras y Gordon, si de verdad escribe bien, hubiera acabado la novela. Dicen que ya está muy mayor y que esta novela fue un encargo, no sé, es sólo una impresión. O es que tal vez estuvo abducido por extraterrestres y faltando cien páginas lo liberaron y volvió a la tierra, a escribir y a beber vino.
Por cierto, cómo se pueden confundir viñas con parras...; O Gordon o el traductor, o los dos, vaya dos...

VIDA Y DESTINO, DE VASILI GROSSMAN (II GUERRA MUNDIAL, BATALLA DE STALINGRADO)

"GROSSMAN O LAS PROFUNDIDADES DEL ALMA"




Aviso para los amantes de bodrios y cuartillas encuadernadas vendidas como churros: esta novela contiene 1.104 páginas de pura literatura, enorme literatura.



En 1960 Vasili Grossman acabó de escribir "Vida y destino", una obra que no llegó a ver publicada. Cuenta, así en mayúsculas y como nadie lo ha hecho antes ni después, el comportamiento del ser humano en un rincón del averno, la batalla de Stalingrado, durante la segunda guerra mundial. Grossman, con una sobriedad en la pincelada que impresiona por la profundidad de sus resultados, pinta un enorme mural donde muestra al ser humano en toda su grandeza, en toda su miseria.




El cuerpo de la novela son las vivencias de la familia Sháposhnikov, que ejemplifican la enorme tragedia del pueblo ruso en los tiempos de la segunda guerra mundial. Atrapados entre el avance del nazismo y las depuraciones del estalinismo, entre las cámaras de gas y las deportaciones a los campos de trabajos rusos. Grossman describe con enorme intensidad las reacciones del alma humana ante tanta opresión. Y lo hace con una prosa diáfana que, en medio de grandes acontecimientos de la historia universal, se detiene en pequeños detalles, reflejos del dolor, de la catástrofe, también del amor, la pasión y de los sentimientos más nobles que anidan en las entrañas de los hombres. En esta obra se oye a los estorninos imitar el zumbido de las balas; se ve a una anciana contemplando las ruinas de su casa mientras acepta interiormente la vida que le ha tocado en suerte, no tiene otra y la valora. Y no obstante, lo más transcendental, la esencia de la novela es la sólida reflexión que Grossman edifica y levanta sobre el sentido del bien y del mal: "La mayoría de los hombres que viven en la Tierra no se proponen como objeto definir el bien . ¿En qué consiste el bien? ¿Bien para quién? ¿De quién? ¿Existe un bien común, aplicable a todos los seres, a todas las tribus, a todas las circunstancias? ¿O tal vez mi bien es mal para ti y el bien de mi pueblo, el mal para el tuyo? ¿Es eterno e inmutable el bien, o quizás el bien de ayer es el vicio de hoy, y el mal de ayer se ha transformado en el bien de hoy?" (pág. 512). Y más adelante (pág. 640), cuenta: "Un oficial que Nóvikov conocía, un hombre lúcido y juicioso que estaba destacado en un puesto de observación de primera línea, no había querido renunciar a su costumbre de beber leche fresca por la mañana. Así que cada mañana, un soldado de segundo grado se adentraba bajo fuego enemigo y le traía un termo de leche. A veces, los alemanes mataban al soldado y entonces este conocido de Nóvikov, un buen hombre, se veía obligado a prescindir de la leche hasta el día siguiente, cuando un nuevo correo sustituía al anterior. Y quien así se comportaba era un buen hombre, justo, preocupado por sus subordinados, un hombre al que los soldados llamaban padre . Intenta encontrar un sentido a esta contradicción." Como veis, aquí, al final, el narrador se dirige directamente al lector. Y esta muestra de la grandeza del libro -que es entero de este calibre- la podríamos acabar con otro fragmento, que va despejando el sentido del bien: "Cada día, cada hora, año tras año, es necesario librar una lucha por el derecho a ser un hombre, ser bueno y puro. Y en esa lucha no debe haber lugar para el orgullo ni la soberbia, sólo para la humildad. Y si en un momento terrible llega la hora desesperada, no se debe temer a la muerte, no se debe temer si se quiere seguir siendo un hombre " (pág. 1067). Y esto lo escribe el primer periodista que informó al mundo de la existencia de los campos de exterminio nazis.




No recuerdo haber leído un libro que llegue tan hondo -tal vez deba leer más-. Grossman es un genio que crea imágenes sencillas pero conmovedoras, deteniéndose en aquellos detalles en los que centellea el ser más verdadero de cada hombre. Y este ser tiene que ver con que, ante el desastre, el hombre es capaz de conservar la dignidad, la bondad, el amor. Aunque actúe en ocasiones, incluso, con crueldad. Aquí, el desastre es la guerra, es un tiempo apocalíptico para el hombre y sus valores. Pero, dice Grossman, aún en la más mortífera de las guerras hubo gestos de humanidad, de amor, de bondad y de libertad. Esta es la fuerza que hace al hombre prevalecer sobre la tierra. O eso he entendido yo.




Se ha dicho de esta novela que llega a superar a "Guerra y paz" de Tolstoi; que quien la lee no puede seguir siendo el mismo de antes, que eclipsa todo lo que se ha considerado ficción seria en occidente (George Steiner, casi nadie). No sé si todo esto es verdad, sólo sé que se trata de una obra conmovedora.