SANTO TOMÁS DE AQUINO (1225- 1274).
1. Marco histórico y filosófico
Los primeros siglos de la Edad Media fueron una época de grandes contrastes. En el siglo XI, permitió una profunda renovación espiritual de la Iglesia, que culminó a finales del siglo XII con el papa Inocencio III. En el siglo XIII la sociedad medieval llegó a su plenitud y la Iglesia y sus instituciones permitieron unos niveles antes desconocidos de formación cultural y científica, así como de asistencia social.
Además, durante los siglos XII y XIII, se experimentó en Europa una mayor cercanía entre la cultura cristiana y la musulmana gracias a las campañas militares en Oriente, con las cruzadas, y en Occidente, con la Reconquista española. Estos acontecimientos hicieron posible que la escolástica cristiana recibiera los escritos de los filósofos árabes y, a través de ellos, el pensamiento aristotélico.
Desde el punto de vista cultural, tres factores fundamentales explican el elevado nivel de la producción intelectual y filosófica de este periodo.
• La aparición de las órdenes mendicantes. A principios del siglo XIII se fundan las órdenes de los dominicos y los franciscanos. Vivían de la limosna –como mendigos, de ahí el término mendicante– y predicaban la fe en las ciudades. Dedicaron, por ello, gran esfuerzo a su formación, especialmente a través del estudio de la teología. Fray Tomás ingresó en los dominicos, seguramente por el ideal evangélico de pobreza, pero también por su pasión por el estudio y la enseñanza.
• Las traducciones de Aristóteles y de los filósofos árabes. Las obras de Aristóteles y de los filósofos árabes fueron traducidas al latín en la escuela de traductores de Toledo (España) y en Palermo (Sicilia) entre los siglos XII y XIII. El joven Tomás pudo contar con la traducción de casi todos los escritos de Aristóteles y de sus comentaristas árabes en sus años de universitario en Nápoles.
• La creación de las universidades. A comienzos del siglo XIII, los profesores y estudiantes de las escuelas medievales se organizaron corporativamente en forma de gremio –tal y como se hacía en otras profesiones–. El término universitas significó entonces la «universalidad» o conjunto de todos los profesores y estudiantes.
En el siglo XIII, las monarquías nacionales se fortalecieron. Entre ellas, destacó la francesa bajo el reinado de Luis IX (1214-1270), que convirtió París en el gran centro político, económico y cultural de Europa.
La primera universidad en orden de importancia fue la de París; se convirtió en referencia obligada de los estudios de Filosofía y Teología. Se ha comparado al París del siglo XIII con la Atenas de los siglos V y IV a. C., ya que atraía a los mejores profesores y estudiantes de todo el territorio de la cristiandad. Aquino se encontró entre ellos.
El contexto filosófico del siglo XIII estuvo completamente marcado por la aparición del pensamiento de Aristóteles. Al principio, la autoridad eclesiástica puso reparos a la filosofía de este autor, que juzgó incompatible con la fe cristiana.
Más adelante, en 1265, Sigerio de Brabante formó una corriente que fue denominada averroísmo latino. Secundó las interpretaciones de Averroes sobre los escritos de Aristóteles.
Frente a los averroístas, los maestros de la facultad de Teología de París invocaban la autoridad de san Agustín para contrarrestar la visión anticristiana a la que conducía el averroísmo.
2. Grandes temas del pensamiento cristiano.
Para cumplir los objetivos de defender la fe frente a los ataques de los filósofos y de definirla mejor, los Padres de la Iglesia tuvieron que plantearse cuestiones sobre las que nunca antes se había reflexionado. De entre ellas pueden mencionarse las siguientes:
Las relaciones entre la fe y la razón. La filosofía cristiana abordó prácticamente desde su inicio este interrogante. La respuesta más común consistió en afirmar que fe y razón son fuentes de conocimiento verdadero aunque diferentes; no se oponen sino que se ayudan y complementan. Fe y razón no pueden contradecirse, porque la realidad es una y el autor de los dos caminos para conocerla es Dios.
Dios y la creación. Para la fe cristiana, todas las cosas han sido producidas por Dios sin partir de nada previo, de manera que el universo es dependiente del Creador e imagen suya. La noción de Creación era desconocida para los griegos, quienes pensaron que existía una inteligencia ordenadora –como Platón– o un Primer Motor – como Aristóteles– que actuaba sobre una materia previa. Por otro lado, el Dios cristiano ama a los seres humanos con predilección, hasta el punto de llegar a hacerse hombre para salvarlos y atraerlos a su amor. Esto contrasta con las divinidades paganas, que no se preocupan de los seres humanos.
El ser humano. El primer pensamiento cristiano fue de corte platónico, debido a que Platón había defendido la inmortalidad del alma humana y su primacía sobre el cuerpo. Sin embargo, no tardó en distanciarse de su filosofía en puntos capitales al situar en Dios el origen y el destino del alma y al otorgar mayor dignidad al cuerpo; al fin y al cabo, este no solo había sido creado por Dios y, por lo tanto, debía ser bueno, sino que Dios mismo se había encarnado y prometía la resurrección de los cuerpos. Los cristianos consideraron a todos los seres humanos iguales en dignidad, porque todos son hijos de Dios, creados a imagen y semejanza suya. Esta concepción resultó particularmente original respecto a la cultura grecorromana, pues en ella no todos los seres humanos eran considerados iguales ni tenían, por lo tanto, la misma dignidad.
Una nueva moral. La filosofía griega consideró que el hombre podía alcanzar, aunque esforzadamente, la felicidad a través de la sabiduría y la virtud; según el platonismo, solo así podía liberar su alma de las ataduras del cuerpo. El cristianismo, por el contrario, sostiene que el ser humano – en su integridad– requiere de la acción de Dios, que lo salva para que obtenga la felicidad plena, aunque para ello ha de acoger libremente la iniciativa divina y amar a Dios y al prójimo.
3. Diez claves para entender el pensamiento de Santo Tomás de Aquino
1. Tomás de Aquino representa la última gran síntesis medieval entre filosofía pagana y cristianismo. El fundamento de su labor será la armonía de la fe y la razón, la filosofía y la teología.
2. Frente a la teoría averroísta de la doble verdad, Santo Tomás sostuvo que fe y razón no se contraponen ya que tienen el mismo origen, que es Dios. La fe no es algo irracional sino suprarracional, un asentimiento de nuestra facultad de conocer las verdades reveladas por Dios. Además, fe y razón no solo no se oponen, sino que se ayudan mutuamente.
3. El concepto de creación no se encontraba en el pensamiento clásico grecorromano, ya que provenía de la tradición judía y cristiana. Para Aristóteles la materia es eterna y depende del Primer Motor solo en su generación y corrupción. Este es, pues, solo su causa motora. Sin embargo, santo Tomás sostiene que Dios no solo es el Primer Motor ya que su acción es más radical: produce las cosas sin partir de algo dado de antemano, es decir, «de la nada»
4. Según Tomás de Aquino, la creación, aunque revelada por Dios, también puede explicarse racionalmente. Si todos los seres son contingentes, es decir, son pero podrían no haber sido, exigen una causa de su ser; sería contradictorio que lo que puede no ser fuera causa del ser. Así, toda causa debe ser proporcionada al efecto que tiene que lograr. Puesto que estamos hablando del origen del ser, esa causa debe poseer el ser en propiedad, debe ser el Ipsum Esse («El mismo Ser»). La existencia de Dios es evidente por sí misma, porque, cuando decimos «Dios existe», el predicado de esta proposición se identifica con el sujeto; emitimos un juicio de identidad, del tipo A es igual a A, porque no hay distinción entre Dios y el ser, de manera que afirmar «Dios no existe» encerraría una contradicción en los términos.
5. Santo Tomás cree que la existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías:
Primera vía:
por el
movimiento. Todo lo que se mueve es movido por otra cosa. No
es posible una serie infinita de motores ya que es necesario un primer motor
–un
Motor Inmóvil– para que empiece la serie de movimientos. Origen de la
prueba: Aristóteles.
Segunda vía:
por la
causalidad eficiente. En el mundo sensible encontramos causas que a
su vez han sido causadas pero tiene que haber una causa primera, una Causa
Incausada. Origen de la prueba: Aristóteles, Avicena y Maimónides.
Tercera vía:
por la contingencia.
Los seres
contingentes, es decir, que son pero podrían no haber sido, se generan y se
corrompen, luego alguna vez no fueron. Si todos los entes fueran contingentes
habría habido un tiempo en que nada existía. Es preciso que en la naturaleza
haya un ser necesario por sí mismo. Origen de la prueba: noción de ser
necesario de Avicena.
Cuarta vía: por
los grados
de ser. Comprobamos que en las cosas se dan algunas perfecciones,
como la bondad o la verdad, en mayor o menor grado. Debe haber algo que sea lo
verdadero o lo bueno por excelencia y que sea la propia causa de la
bondad o la verdad. Esta causa se identifica con Dios. Origen de la prueba:
san Agustín y san Anselmo.
Quinta vía: por el orden
o del movimiento. Hay un orden o finalidad en el universo. Ha de existir, por
tanto , un ser inteligente –una Inteligencia Ordenadora– que
los dirija.
6. La ética tomista es teleológica, como lo fue la aristotélica, porque toma su punto de partida de la noción de fin. Sin embargo, matiza la moral aristotélica ya que, según él, no solo hay un fin natural para el ser humano (la felicidad), sino que, por encima de este, existe otro fin sobrenatural que es la contemplación y el amor de Dios en la otra vida.
7. Santo Tomás señaló que el hombre, a diferencia de los seres inanimados e irracionales, es capaz de encaminarse libremente hacia su fin. Gracias a sus facultades intelectuales –inteligencia y voluntad–, el hombre goza de libertad, es decir, es dueño de sus actos. El ser humano es el único animal que conoce los fines que persigue y decide encaminarse o no hacia ellos. El hombre puede elegir el fin que es bueno para él, pero también puede decidir actuar voluntariamente en contra de su naturaleza. Teniendo en cuenta la realidad de la libertad humana, santo Tomás distinguió entre actos humanos, realizados con inteligencia y voluntad, como, por ejemplo, salir a pasear, y actos del hombre, que no dependen de su voluntad, como por ejemplo, la digestión.
8. Tomás de Aquino distinguió tres tipos de ley:
•
La ley eterna es el gobierno de la razón
divina sobre el universo.
•
La ley natural es la ley eterna referida
al ser humano y a sus virtudes.
• La ley positiva es aquella que o bien es promulgada por el
ser humano o bien procede de una especial intervención de Dios en la historia,
como, por ejemplo, la ley entregada a Moisés en el Sinaí. Según Santo Tomás el
poder político, relacionado con esta ley debe ajustarse a la ley natural.
9. Aquino recogió en su filosofía política gran parte del pensamiento de Aristóteles, como la afirmación de la naturaleza social del hombre y la necesidad de un gobierno que dirija la actividad de los ciudadanos hacia el bien común. Sin embargo, agregó que el fundamento último de la sociedad es Dios, ya que la naturaleza humana ha sido creada por Él.
10. En cuanto a las formas de gobierno, recogió la división aristotélica que distinguía tres buenas –monarquía, aristocracia y democracia respetuosa de la ley– y tres malas –tiranía, oligarquía y democracia demagógica–. El peor sistema es la tiranía y el mejor, la monarquía, porque da unidad y conduce a la paz. Como es difícil conseguir que el monarca sea el mejor, es conveniente limitar su poder mediante magistrados elegidos por el pueblo.
4. Influencias recibidas y Repercusión posterior
Tomás de Aquino se propuso realizar una síntesis de todo lo que juzgó verdadero en la filosofía anterior. No es pues extraño que recibiera numerosas influencias de los principales pensadores anteriores a él. No obstante, desarrolló una filosofía original y proporcionó una visión de conjunto de la filosofía y de la teología sin precedentes.
El platonismo se halla presente también en su doctrina del ser, que presupone la distinción entre el ser creado, que es por participación y tiene el ser recibido, y Dios, que es el ser por esencia y que no recibe el ser sino que es causa del ser.
Agustín de Hipona lo inspiró en numerosos temas, tales como la idea del intelecto agente como luz participada de Dios, el concepto de ley eterna como orden racional dispuesto por Dios en las cosas creadas, la doctrina sobre el bien y el mal moral y la libertad como su condición de posibilidad, las relaciones entre fe y razón y la teoría de la Creación a partir de las ideas ejemplares en la mente divina.
San Alberto fue maestro de Tomás de Aquino y lo introdujo en el pensamiento de Aristóteles.
La síntesis tomista no fue bien comprendida por la escolástica de su tiempo. De hecho, en el año 1277, tres años después de su muerte, el obispo de París declaró contrarias a la fe cristiana 219 proposiciones averroístas, entre las que se lograron introducir algunas afirmaciones atribuidas a Tomás de Aquino. Como consecuencia, su pensamiento quedó bajo sospecha.
Este solo empezó a ser tenido en cuenta a partir del siglo XV en algunas universidades de menor rango, como las de Colonia o Cracovia.
A comienzos del siglo XVI, la doctrina tomista volvió a la universidad de París, momento en que introdujo la Suma teológica en sus clases. En ese mismo siglo le fue conferido el título de Doctor de la Iglesia universal y el papa Pío V encargó la edición impresa de sus obras completas.
Descartes y la filosofía moderna abandonaron la filosofía escolástica. Los racionalistas no se apoyaron para demostrar la existencia de Dios en las vías tomistas. Kant, por su parte, les negó validez y rechazó la ley natural como fundamento de la ética, ya que consideró que la obligación moral no se funda en la naturaleza humana sino en la razón; otras corrientes posteriores, de corte historicista, objetaron también la ley natural al afirmar que el hombre carece de una naturaleza fija.
En el siglo XIX la Iglesia promovió el estudio del Aquinate, lo que dio lugar a una filosofía y una teología neotomistas, que encontraron su foco más importante en la Universidad de Lovaina. Los autores más representativos, ya en el siglo XX, han sido Jacques Maritain (1882- 1973) y Étienne Gilson (1884-1978), uno de los mayores especialistas en filosofía medieval.
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